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Centro étnico-cultural y de investigaciones en el archipiélago de San Andrés
Date
2004Author
Isaza Guerrero, Juanita
xmlui.dri2xhtml.METS-1.0.item-advisor
Sepúlveda Lozano, Roberto / Director
Metadata
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Las necesidades que presenta para su desarrollo y fortalecimiento el sector cultural y turístico el Archipiélago de San Andrés y Providencia me llevaron al planteamiento de conceptos que intentan expresar los vínculos del sector con los espacios, los cuales tienen muchos significados de acuerdo a como se vivan y sientan, explorándolos desde lo mas profundo de la cultura, la sociedad, el lugar y el tiempo.
El proyecto se define como la necesidad de crear un espacio real que permita la relación colectiva de toda la sociedad a partir de una correcta representación. Para demostrarlo, es necesario hablar de su historia.
El Archipiélago empieza a figurar en mapas entre 1527 y 1529, en “West Indies”, pero desde tiempo atrás era visitado por diferentes comunidades indígenas como los Miskitos, los Caribes y los Arhuacos, que no hicieron ningún asentamiento allí, porque lo consideraban como un lugar de paso. Este fue poblado por primera vez por colonos ingleses y holandeses, entre 1630 y 1635, introduciendo desde el principio esclavos negros provenientes de Jamaica y de las Islas Tortuga.
Mas adelante, cuando el Archipiélago quedó bajo el poder de la corona española por medio de “Cédula Real” del 20 de noviembre de 1803, dependiente del Virreinato de la Nueva Granada, se empieza un proceso de aculturación de todo lo existente y la imposición de un nuevo credo. Fue así como se les prohibió a los isleños hablar en su inglés nativo (creol) y, además, los obligaron a cambiar su religión protestante por la católica. Curiosamente, algo que no cambió, fue el modelo espacial inspirado en una sola tipología –la casa Victoriana-, determinando la forma desde una sencilla vivienda hasta la totalidad de las construcciones de las islas. (ver anexo 1)
A mediados del Siglo XX, en los años 50, el entonces dictador colombiano, Gustavo Rojas Pinilla, declara al Archipiélago Puerto Libre, dando inicio a una migración desaforada de la gente del interior del país (conocidos como continentales) hacia allá y, específicamente, hacia la Isla de San Andrés. Eso generó un cambio paulatino en la percepción de las edificaciones, influyendo radicalmente en la forma de vida del isleño, muy diferente a la del resto del país.
Un ejemplo muy claro es el choque que se vivió entre la naturaleza y el espacio construido de unos 50 años para acá. Es el caso del sector del centro, conocido como ‘North End’, sitio alrededor del cual se concentró el comercio, la actividad turística y los hoteles, alterando de esta forma la vida cotidiana.
A partir de los años 60 la Isla es víctima de una serie de cambios irreversibles que afectan más adelante su reserva ecológica. Se realizaron varios rellenos en los humedales y pantanos, robándole terreno al mar para construir el puerto comercial.
“...La ciudad se desarrolla rompiendo formas y límites tradicionales. Las viejas infraestructuras se transforman y la modernización y densidad de centros urbanos e históricos se realiza paralelamente a una privatización del espacio público” .
Sumado a lo anterior, el choque cultural ha sido uno de los factores que más influyó en la pérdida de pertenencia e identidad de los isleños. Ello se ve reflejado tanto en las actuales expresiones culturales (gastronomía, arte, lingüística, arquitectura) como en la alteración de su relación con el medio ambiente. Pese a que los nativos o raizales mantienen una relación directa con su hábitat, el flujo continuo de personas del interior y extranjeros, han afectado sus relaciones de respeto, amor y armonía con su entorno.
Por esta razón escogí el sector de Hooker Bay, por la preservación de sus valores arquitectónicos y culturales acompañados de una neutralización del paisaje. En este sitio se promovería un modelo armónico entre arquitectura y naturaleza; unión perfecta entre los colores de la vegetación, el mar y los colores vivos de las fachadas, creando así un contexto rítmico y estético, en un espacio aislado del contexto urbano, que a su vez, presenta un continuo movimiento poblacional, bien sea por los residentes o por los visitantes.
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